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Reseña en Loco x el Cine
Bajo el marco del 22° Festival de Cine Alemán en Buenos Aires (del 8 al 14 de septiembre en Cinépolis) podremos ver: El Falsificador.
Esta película se estrenó en Berlinale, el festival de cine de Berlín, en febrero de este año. Está dirigida por Maggie Peren, es su cuarto largometraje y está basada en una historia real.
Hay veces que lo real parece inverosímil, pues bien, esta es la historia de Cioma Schönhau. Ambientada en la 2da. Guerra Mundial, un chico berlinés judío ha sido provisoriamente exento de la deportación, en la que se llevaron a su familia, por trabajar en una fábrica de armas. Un compañero lo contacta con un ex agente nazi por un trabajo que a cambio le dará pases de comida, porque Cioma, antes de la guerra, había estudiado en la universidad de artes. De esta manera descubre que sus habilidades para el dibujo sirven para falsificar documentos y que la fortuna de tener un aspecto hegemónico le permite caminar por las calles, incluso tomarse el tranvía, sin ser percibido como un enemigo. Con estas condiciones consigue (por un tiempo) comer, salvar su pellejo, el de muchos otros y hasta enamorarse.
Aun cuando escribiera este resumen cien veces, en todas me faltaría algo, porque hay mucho en las sombras y los contornos de las escenas. Es una película con un gran entramado y un disparador contundente: el hambre. Todos los personajes tienen hambre y eso los mueve a ser temerarios. Cioma falsifica documentación, otros se prostituyen, algunos venden los objetos de los judíos incautadas por el gobierno. Detrás está la guerra, sutil, no la vemos de frente explotándonos en la cara, la rozamos de costado como al miedo, titila constante al igual que una alarma silenciosa por debajo de escenas de contrapunto como los bailes, los almuerzos y cenas en restaurantes, las vacaciones de los soldados, las relaciones amorosas; está ahí, mimetizada como Cioma, queriendo ser paz y armonía, pero siendo guerra, soledad, dolor y hambre.
Podemos suponer que esta historia la vimos mil veces, pero no. El Falsificador se empeña en mostrarnos el desvío, una cotidianeidad desconocida para los extranjeros, que tozuda pretende seguir representándose como inalterable. Bajo este concepto, Cioma, interpretado por Louis Hofmann (el Jonas adolescente de Dark), nos convence con su descaro y unas sonrisas inquietantes (que van desde la calidez ingenua, pasando por lo escalofriante, hasta llegar a la locura), de entrar en un juego que contempla la posibilidad de vivir y no solo sobrevivir.
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Para los que suelen preocuparse por aquel dicho de que las películas europeas son lentas, los dejamos tranquilos porque El Falsificador tiene muy buen ritmo, no es una de superhéroes, pero los 116 minutos se disfrutan gracias a las grandes actuaciones de Hofmann, Jonathan Berlín (Det) y Luna Wedler (Gerda), sumadas a la tensión de la trama de por sí muy atrapante.
Si bien este tipo de dramas tiene sus fans y seguidores fieles, hay otros espectadores que no se bancan los bodrios dramáticos, a esos les digo que le den una oportunidad a El Falsificador porque no es un bodrio, es una historia real con buenas decisiones para hacerla interesante y todo esto garpa.
8.5/10
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